Érase una vez una niña llamada Isabel
que leía muchos libros de fantasmas, zombis, vampiros…
Un día subió arriba, a su
dormitorio, porque ya iba siendo hora de irse a dormir, mientras, sus padres estaban en el comedor viendo su programa favorito. Bueno, a
lo que íbamos; subió a su dormitorio, se metió en la cama, se tapó y puso la
cabeza sobre la almohada dispuesta a dormirse rápidamente.
Segundos después oyó un fuerte golpe seguido de un grito. Isabel,
bajó corriendo por las escaleras para ver qué sucedía, y cuando llegó a la
planta baja, al comedor,fue increíble
lo que vio, bueno, más bien lo que no vio, pues no estaban sus padres allí, y tampoco
estaban en las demás habitaciones.
Habían desaparecido…
Salió a la calle a pedir ayuda pero…
¡No había nadie, ni en sus casas ni en la calle!
Estaba muy confusa, no sabía que hacer, entonces, justo detrás
de ella escuchó unos pasos, que poco a poco se iban acercando, y su imaginación
se disparó y solo veía zombis, vampiros y fantasmas, igual que en sus libros. Así
que muy asustada, se fue corriendo de ese lugar.
Empezó a notar que cada vez le costaba más mover sus piernas, su
cuerpo pesaba mucho y esos pasos cada vez estaban más cerca y justo en el
momento en el que ya estaban pegados a ella, entonces se apagó la luz, no escuchó
nada más.
Solo silencio…
Abrió los ojos y se dio cuenta de que todo esto simplemente había
sido una pesadilla producto de su imaginación.
¡Qué alivio sintió!
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A veces, cuando por ejemplo estamos solos en nuestra
habitación, de noche la imaginación nos juega malas pasadas y hasta creemos
escuchar sonidos y ruidos que en realidad no existen. Casi siempre es debido a
cosas que nos cuentan los demás o que nos suceden cuando es de día.
Adrián Prieto
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